Y, POR FIN, EL DIOS SE APIADÓ DE COLOMBIA

Y como dice una canción del América de Cali, “aquel 19, será el recuerdo que en mí vivirá”. Era un 19, pero de junio. Una tarde lluviosa, oscura y fría. Parecía presagiar lo peor. Que ese pedazo de tierra llamado Colombia iba a sufrir un nuevo revés electoral. Como en los últimos años. Como a lo largo de su historia. Pero luego recordé que la lluvia tiene el significado de fecundación, y todos sabemos que la fecundación significa vida. También significa limpieza y purificación, lo que, precisamente, está por venir para nuestro país.

Como lo he mencionado en otros escritos, no recuerdo otras elecciones que generaran tanta expectativa, como las de este año. No solamente porque sale uno de los peores presidentes de la historia, sino también por los candidatos que llegaron a segunda vuelta. Y puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que una generosa mayoría de paisanos, en punto de las 4:00 de la tarde, nos sentamos religiosamente frente al televisor, frente a la radio, frente a las redes sociales, para conocer los resultados de las elecciones. Así como nos sentamos a seguir los partidos de la selección Colombia, o las grandes vueltas donde están los nuestros (por cierto, lástima que Egan terminó, junto a Marbelle, siendo la mufa de estas elecciones), o las carreras de Juan Pablo Montoya en la Fórmula 1, o los Juegos Olímpicos. Asimismo, pero conscientes que hoy Colombia se jugaba el partido, o la etapa, o la carrera más importante de su vida. El futuro, el cambio, la esperanza y el “vivir sabroso”, se jugaban hoy.



Y Dios, como aquel 19 de junio de 1990 (coincidencialmente hace 32 años) contra Alemania en el San Siro, com aquel 5 de septiembre de 1993 contra Argentina en el Monumental de Núñez, como aquel 29 de julio de 2001 contra México en el Campín, o como aquel 28 de junio de 2014 contra Uruguay en O Maracaná, decidió apiadarse de esta patria sufriente y herida, y darle una alegría política. Se apiadó de los marginados, de los desplazados, de quienes han sufrido el dolor de la violencia armada, de quienes fueron asesinados en las marchas y los paros por la fuerza estatal (como Lucas Villa y Dylan Cruz), de don Raúl Carvajal, de los campesinos, de la comunidad LGTBIQ+, de los trabajadores, de nosotros los docentes, de los indígenas, de la afrocolombianidad, de los pensionados, de los drogadictos, de los nadies y las nadies (como dice Francia), de quienes nos hemos esforzado y sacrificado para lograr nuestros sueños y objetivos, de quienes carecen de oportunidades laborales y académicas, de quienes hemos sufrido las desigualdades y la miseria, de quienes nos hemos cansado de ver como nuestros mayores nos entregaban en medio de sus miedos y su obstinado dogmatismo religioso. Hoy Dios se apiadó del medio ambiente, de la biodiversidad, de los animales, de los ríos, de los mares, de los páramos, de las montañas, de los derechos humanos, de la justicia, de la cultura, del arte, del libre pensamiento, de la Academía, de la educación, de la salud, de la democracia y de la política. Hoy Dios se apiadó de Colombia. Hoy sí podemos decir que somos el país del Sagrado Corazón de Jesús, del Divino Niño, de la Virgen del Carmen, de la Virgen de Chiquinquirá, y de cuanto santo veneramos en este hermoso pedazo de tierra. 


Debo admitir que escribo estas líneas con lágrimas en los ojos. Pero no con lágrimas de derrota o de tristeza como en muchas ocasiones, sino con lágrimas de alegría y, sobre todo, de confianza en un futuro mejor. Hoy, después de algo más de 30 años, puedo ver este país con la esperanza de un futuro mejor, con cambios que se van a realizar, con el anhelo de la Paz y la unión. Como dice la canción de José Andrëa (el ex cantante de Mägo de Oz), “Hoy vuelvo a creer en un futuro que no sea tan cruel, y poder dejar a nuestros hijos un futuro de paz”.


Ahora, hay que dejar puntos en claro con la victoria de Gustavo Petro:

1. Que esté contento con la victoria de Gustavo Petro y que lo haya apoyado en esta campaña, no significa que le vaya a aplaudir como foca todo lo que diga y haga. Si algo en su decir o actuar es contrario a la Constitución, a la Ley, o a lo que prometió, lo diré y lo rechazaré.

2. Petro no es el Mesías, ni es perfecto, ni todo va a cambiar por arte de magia el 7 de agosto. Como todo la vida, será un proceso largo y culebrero, en el que debemos seguir trabajando, así haya una esperanza de un mejor país.

3. Es curioso que Petro ganó en las zonas donde el conflicto armado ha golpeado más a sus habitantes (como el Cauca, Putumayo y Nariño). También ganó muchas de las zonas con mayor desigualdad (como el Chocó, la Guajira, el Putumayo y Córdoba). Es muestra evidente del deseo de cambio y de la esperanza en un mejor país para quienes han tenido que sufrir en carne propia la violencia y el abandono del Estado central.

4. Por lo contrario, es triste que el antipetrismo y el continuismo haya ganado en el centro del país (no lo digo por el Ingeniero, sino por la mentalidad tan goda y dogmática). Eso demuestra la mezquindad y la indiferencia de quienes están acomodados mental y materialmente, y el miedo de quienes han sido educados en principios de religiosidad doble moralista.

5. También hay que decir que el triunfo de Petro representa el golpe de gracia al uribismo y a las maquinarias tradicionales que ponían presidente y manipulaban con discursos de miedo y de indolencia. Pero, sobre todo, significa una derrota del uribismo y el decirle a Álvaro Uribe Vélez que ya no lo queremos ver más jodiendo a nuestro país. Eso, sin lugar a dudas, es uno de los golpes más representantivos que se dieron con estas elecciones.

6. También es la derrota del fanatismo religioso, de los grupos cristianos quienes olvidan que su señor Jesucristo luchaba por la igualdad entre todos, y por los menos favorecidos, no por la acumulación de riquezas y ser los fariseos del siglo XXI.

7. Y, por último, fue la derrota del miedo, de las falacias, de la calumnia y del falso discurso. Se demostró que el colombiano ya dejó de creer en los cuentos chimbos que nos metían siempre, y estamos abiertos a la alternativa política, social y económica. Eso definitivamente es un triunfo más grande que todos los triunfos que hayamos tenido en este país.


Por ahora celebrar, y empezar a trabajar en la nueva Colombia que nos espera. Se nos vino el cambio, por boca y nariz. Hay que trabajar por él, y lo más, estar todos unidos.

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